Este jueves, Bélgica se enfrentará a Francia en un partido de semifinales que obviamente lucha por generar la misma cantidad de emoción que en 2018. Entonces, ¿veremos la copa medio vacía o medio llena?
Que es difícil decidir, en vísperas de las semifinales de la Liga de Naciones, si estamos a punto de jugar un partido importante o no, y si el resultado merece sacar conclusiones en una u otra dirección, si esto La Final Four es solo un torneo amistoso con una medalla de chocolate al final o si el primer trofeo de la «Generación Dorada» se va a celebrar como tal.
Como suele ocurrir en estos casos, veremos el vaso medio vacío o medio lleno según se haya derramado o bebido seco. El equipo que se clasificó para la final dirá que está a 90 minutos del título, que ha vencido al campeón del mundo o al número 1 del mundo y se enfrentará al campeón de Europa o un equipo de alto rango, todo hace poco más de un año. Copa del Mundo: ¡la preparación perfecta! El equipo eliminado se encogerá de hombros; después de todo, esto es solo la Liga de las Naciones, los jugadores están cansados de la mesa y tienen poca motivación, y este juego no indica el verdadero nivel de los equipos. Ni siquiera hablemos del cuestionable honor de un posible tercer puesto.
¿Venganza? No, pero …
Por supuesto, si los Diablos se enfrentaran a Suiza, Inglaterra o Croacia, el interés público sería cercano a cero. Pero esto es Francia. No importa cuánto tratemos de minimizar el impacto del partido de 2018, es cierto: los fanáticos belgas se jactarán de la victoria y maldecirán al oponente francés si es derrotado.

No más preguntas sobre este ridículo «Som» (perdón, detengámonos todos con esa palabra …) pero la rivalidad entre dos países vecinos, solo se ha vuelto más importante desde que los Diablos subieron al nivel del blues – o al menos parecía capaz de hacerlo. Francia y Bélgica están vinculadas, en las buenas y en las malas, y hemos pasado por lo peor durante más de tres años.
Los jugadores renuncian a cualquier noción de revancha y después de tres años llega un poco tarde, en un contexto que no es ni una centésima parte de la importancia del Mundial 2018. No, esta semifinal de la Nations League no es revancha, solo una nueva capítulo. Lo que sí es, sin embargo, es una prueba: una forma de comprobar si Roberto Martínez y sus hombres de San Petersburgo han aprendido a frustrar los planes de un equipo de alto perfil. Sería fácil poner a Nasr (jueves, luego domingo) en perspectiva. ¿fracaso? Quizás un poco menos.