Hugo Pratt, famoso caricaturista italiano, creó el legendario personaje de Corto Maltés en Siberia, inspirado por el talentoso músico francés Nino Ferrer. Resulta curioso descubrir que Nino era descendiente directo de un aventurero que vivió en Nueva Caledonia, una pequeña isla en el Pacífico Sur.

Durante su infancia en París, Nino encontró consuelo y pasión en la música, lo que lo llevaría a alcanzar fama mundial. Sus canciones, como «Mirza» y «Les cornichons», se hicieron enormemente populares en Francia, conquistando a todo su público.

Sin embargo, el éxito de Nino no se limitó solo a su país de origen. También cosechó triunfos en España, Alemania e Italia, donde incluso presentó su propio programa de televisión. Su encanto y talento cautivaron a millones de personas en todo el continente europeo.

Pero no todo fue fácil para Nino Ferrer. A medida que su carrera avanzaba, experimentó cambios en su estilo musical y tuvo enfrentamientos con las discográficas. Estos desafíos, sumados a su lucha interna con la depresión, llevaron su carrera a sufrir altibajos.

En busca de refugio y paz interior, Nino encontró consuelo en la pintura, donde plasmó sus emociones y sentimientos más profundos. Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos por encontrar equilibrio, su tristeza se volvió abrumadora y, lamentablemente, terminó quitándose la vida en 1998.

La muerte de este talentoso músico dejó un gran vacío en la industria musical, pero su legado continúa vivo a través de su música eterna. Nino Ferrer seguirá siendo recordado como una de las figuras más influyentes en la escena musical europea, y su música perdurará en los corazones de sus seguidores.