Debido a los efectos nocivos del consumo excesivo de azúcar (aumento de peso, trastornos cardiovasculares, caries, etc.), la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda limitar el consumo de azúcar a menos del 10% de la ingesta energética diaria. Los edulcorantes (como el aspartamo, el acesulfamo-K o la sucralosa) reducen el contenido de azúcar añadido y las calorías asociadas al mismo, manteniendo el sabor dulce de los productos. Pero la seguridad de estos aditivos alimentarios está en debate.
Para evaluar los riesgos asociados con su consumo, investigadores de Inserm, Inrae, Sorbonne Paris Nord y Cnam, dentro del Equipo de Investigación de Epidemiología de la Nutrición (EREN), analizaron datos de salud y consumo de edulcorantes de 102.865 adultos franceses que participaron en el estudio NutriNet-Santé. Algunos han seguido desde 2009, y estos adultos han completado regularmente cuestionarios sobre su dieta, incluidos los nombres y marcas de los productos consumidos.
Después de recopilar información sobre los diagnósticos de cáncer durante el seguimiento (2009-2021), los análisis estadísticos examinaron la asociación entre el consumo de edulcorantes y el riesgo de cáncer. Según los resultados del estudio, publicados el jueves en la revista PLOS Medicine, las personas que comieron más edulcorantes, especialmente aspartame y acesulfame-K, tenían más probabilidades de desarrollar cáncer.
13% de aumento en el riesgo en usuarios más pesados
“En este estudio, los mayores consumidores, aparte de los consumidores promedio, tenían un 13 % más de riesgo de cáncer en comparación con los no consumidores”, dijo la Dra. Mathilde Toffer, directora de investigación de Inserm. Entre estos cánceres, se observaron mayores riesgos para el cáncer de mama y los relacionados con la obesidad.
Hasta el momento, los estudios han indicado que el consumo de bebidas azucaradas puede promover el cáncer. Pero nadie ha analizado específicamente los efectos de los edulcorantes. Los voluntarios autoinformaron su historial médico, datos sociodemográficos y actividades físicas, así como indicaciones sobre su estilo de vida y estado de salud.
«No podemos descartar por completo los sesgos relacionados con los estilos de vida de los consumidores, pero tener en cuenta múltiples factores hizo posible reducir estos sesgos», explica Charlotte Debras, primera autora del estudio. Agrega que se necesita más investigación en otros grupos a gran escala para replicar y confirmar estos hallazgos.